FACUNDO GARCÍA

“El cajero más cercano está a noventa kilómetros, y lo mismo el hospital. Parece que a nosotros nos aplicaron el aislamiento preventivo hace rato“, bromea Érica Nievas, líder huarpe y la primera presidenta mujer que tiene ese pueblo en su historia. Nievas representa a las 240 familias de Lagunas del Rosario, una de las 12 comunidades originarias que hay en Lavalle y que frente a la pandemia revelan su aguante, pero también su fragilidad.

Mientras Nievas invoca un paisaje con casas de barro, médanos y noches estrelladas, las pantallas de la tele repiten que en el centro de Mendoza los bancos permanecerán abiertos durante este fin de semana, y que se están acondicionando hospitales para recibir a los enfermos. A 120 kilómetros de la Peatonal, esos anuncios suenan huecos. El secano es rico en amabilidad y leyendas. Pero hay cosas que faltan, y frente al coronavirus -bien lo saben los huarpes- esa carencia puede ser crucial.

El primer síntoma del Covid-19 se sintió en el bolsillo. Con el bloqueo de las fronteras y la aplicación del aislamiento, se terminó la afluencia de turistas, que es una entrada importante para los que viven en ese entorno agreste. La otra actividad fundamental es la cría de chivos, que sigue su curso. “Y está la cosecha. Muchos salieron a otras localidades a trabajar en eso, pero han vuelto a sus casas porque no se quieren contagiar en la ciudad“, explica Nievas. 

NIEVAS ES LA PRIMERA PRESIDENTA MUJER EN LA HISTORIA DE SU PUEBLO.

¿Y si nos enfermamos?

La Historia ya mostró el efecto que pueden tener las enfermedades sobre los pueblos originarios. No es mala suerte ni azar: los sectores más postergados son los más expuestos. Y así, cuando estalla una epidemia, se los borra sin disparar un solo tiro. Pasó con la viruela cuando los europeos llegaron a América, volvió a pasar con los africanos de Buenos Aires durante la catástrofe de la fiebre amarilla y podría repetirse ahora en distintos puntos del continente.

Como se dijo, el hospital más cercano queda en Costa de Araujo, a noventa kilómetros de Lagunas. “Los únicos trabajadores de la Salud que nos acompañan en este momento son los agentes sanitarios, que están sumamente precarizados. Acá tenemos una sola enfermera: la doctora que venía, al ser mayor de 60 años y pertenecer al grupo de riesgo, ya no nos visita más“, cuenta Érica. En otras poblaciones los médicos son igual de escasos. Los huarpes enfrentan al virus en una gran soledad.

Algunos inconscientes han ido a las comunidades violando la cuarentena

Para colmo, han tenido que lidiar con la inconsciencia de los de la ciudad, que hasta hace poco seguían apareciendo por la zona sin respetar la cuarentena. “Días atrás, hasta hubo una persona que llegó en remis y quería quedarse, entrar en las casas. Hubo que llamar a la Policía porque no se iba“, recuerda Nievas.

La comida y el dinero

El cajero automático es un ovni. El símbolo de un paisaje ajeno. Los más cercanos se ubican en Villa Tulumaya y Costa de Araujo, a decenas de kilómetros de Lagunas. Con los micros funcionando en su mínima expresión, cobrar los ingresos familiares de emergencia es doblemente complicado

“Nos dicen ‘te podés inscribir por Internet’ y olvidan que acá la gente no accede a eso”

“¿Cobrar los fondos de emergencia que se están dando? Nos dicen ‘te podés inscribir por Internet’, y olvidan que acá la gente no tiene. Yo misma he logrado cargar los datos de 52 personas. El sistema me pedía, por ejemplo, una foto del documento. ¿De dónde la saco?“, recapitula Nievas. Y sigue: “las políticas se diseñan desde la ciudad. Termino de ingresar los datos de mi comunidad y recibo un mensaje que dice: ‘¡Gracias! Te vamos a mandar por email, Whatsapp o Instagram tu código para cobrar en el cajero“.

(Nota aparte: este cronista ha visto cómo, en algunos rincones del secano, sus habitantes se suben a una escalera de 3 metros para poder “enganchar” la señal satelital y recibir un simple Whatsapp).

Lo que sí se ha hecho -desde el Municipio- es organizar el reparto de un bolsón con un “precio social”, para que los huarpes no tengan que trasladarse a comprar. Los vendedores de frutas y verduras no están llegando a las comunidades ni a los hogares a causa de la cuarentena. De ahí que se aplique esa solución provisoria. “Calculá que en ciertas áreas tenemos una casa cada 3 o 4 kilómetros, las comunicaciones no son nada sencillas”, cierra la representante.