En el marco del “II Congreso Nacional de Economía Social y Solidaria” en la Universidad Nacional de Quilmes se debatió los desafíos para una agenda conjunta del sector. Democratizar los mercados y mejorar las condiciones de vida del conjunto de la población.

Por Rodolfo Pastore

Entre el 16 y el 18 de septiembre pasado se llevò a cabo el “II Congreso Nacional de Economía Social y Solidaria” en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). La actual crisis agravó aún más la pavorosa situación de emergencia social ya existente en los últimos años, recrudeciendo la emergencia alimentaria, los niveles de pobreza, el endeudamiento social y las problemáticas de empleo. Estas problemáticas hoy no sólo afectan a los sectores más humildes, sino también en forma más amplia a una parte de trabajadores registrados y sectores medios de la población. Aunque a la vez, todo ello es mucho más grave entre mujeres, jóvenes y sectores populares.

Ante este contexto, como ocurrió en el pasado, además de multiplicarse el nivel de organización y protesta social, viene gestándose un extraordinario despliegue de iniciativas económicas populares y solidarias para atender esas necesidades sociales emergentes, pero también para proyectar otras formas económicas de producir, distribuir, consumir y reutilizar bienes y servicios. El mapa de iniciativas es tan diverso como poco visibilizado, incluyendo entre otras, las formas de trabajo autogestionado y de la economía popular, las empresas recuperadas por sus trabajadores, las formas mutuales de servicio o comunitarias, las monedas sociales impresas o digitales, las formas de crédito y financiamiento solidario, las ferias francas y los mercados directos del productor al consumidor, las radios comunitarias y los medios de comunicación cooperativos o alternativos, las editoriales independientes o asociativas, las cooperativas tecnológicas y de software libre, las alternativas agroecológicas o de producción de alimentos cooperativos.PUBLICIDAD

De hecho, estas estrategias socioeconómicas se inscriben en una amplia diversidad de experiencias en curso en el denominado campo de la economía social y solidaria (ESS). Ello no es reciente ni exclusivo de nuestro país, ya que con sus singularidades y matices, viene aconteciendo tanto en países periféricos como centrales, como respuesta social a los perjuicios ocasionados por el neoliberalismo y la globalización excluyente. El fenómeno social abarca multiplicidad de emprendimientos, organizaciones, empresas sociales o redes que realizan actividades económicas como opciones de trabajo, generación de ingresos o búsqueda de mejora en las condiciones de vida en diversidad de comunidades y territorios. Además se vincula tanto a la renovación de las entidades más institucionalizadas e históricas del cooperativismo y el mutualismo, como al surgimiento de nuevas formas socioeconómicas, territoriales o comunitarias, las cuales no siempre quedan reconocidas en dichas figuras jurídicas. Tal el caso de las diversas formas organizativas, asociativas o comunitarias de la economía popular en nuestro país y en América latina

Si bien estas alternativas económicas se expanden con la crisis, debe tenerse en cuenta que están para quedarse y que además se multiplican. No son parte del problema, sino de la solución. No son algo transitorio, sino estructural en un mundo finaciarizado y globalizado, más aún en la periferia.

Requieren de políticas públicas de apoyo y fomento. Dan respuesta a las problemáticas sociales y ambientales que el neoliberalismo genera, pero sobre todo dichas unidades económicas en manos de pequeños productores, trabajadores o comunidades locales, contribuyen a un lineamiento más profundo de democratización económica, a contramano de la creciente concentración y poder de mercado de los oligopolios. En efecto, la evidencia disponible en distintos países indica que con adecuados marcos institucionales y de programas públicos, esta unidades socioeconómicas pueden contribuir decididamente a democratizar los mercados y a mejorar las condiciones de vida del conjunto de la población, ampliando el acceso y calidad del consumo popular y de los trabajadores, generando más y mejor trabajo, o potenciando el desarrollo sostenible a escala regional o territorial. Para ello, desde un punto de vista más estructural, es clave poder avanzar integralmente en tres cuestiones clave: a) una nueva institucionalización y reconocimiento de los derechos de trabajo en estas economías; b) una promoción más amplia y adecuada de sus formas de organización colectiva y asociativa; y c) un cambio de paradigma y de estrategias en el desarrollo económico, tecnológico y científico, que no esté centrado sólo en la gran empresa, sino también en el mejoramiento de la dinámica económica y de ingresos de estas unidades socioeconómicas, en articulación con entramados territoriales más amplios que involucren a las Pymes y otras entidades en las comunidades locales.

En este último sentido, hace ya más de una década que las Universidades Nacionales venimos desarrollando diversas iniciativas en el campo de ESS, que involucran tanto actividades de formación como de investigación, extensión e incubación social y tecnológica.

En ese recorrido, el “II Congreso” fue organizado por equipos académicos de siete universidades públicas (además de la UNQ, las Universidades Nacionales de General Sarmiento, Centro de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, San Juan, Santiago del Estero y Tres de Febrero), en el marco de la Red Universitaria de Economía Social y Solidaria (http://www.ruess.com.ar) . 

Un debate central refirió a los desafíos para una agenda conjunta de las distintas familias de la economía social, solidaria o popular, más allá de reconocer las singularidades de cada una de esas trayectorias. Pero también fueron clave los otros once ejes de debate del II Congreso, que dan cuenta de la realidad y potencia de este campo: educación emancipadora para otra economía; feminismos y economía solidaria del cuidado; mercados y finanzas solidarias; cooperativas sociales y de inserción; recuperadores urbanos y problemáticas socio-ambientales; economía solidaria del arte y la cultura comunitaria; comunicación, diseño y tecnologías sociales digitales; turismo de base comunitaria; agricultura familiar, campesina e indígena; autogestión, cooperativas de trabajo y empresas recuperadas; innovación y tecnologías para la inclusión social.