En el contexto más duro para el ejercicio del periodismo contrahegemónico en la Argentina los trabajadores de Tiempo Argentino recuperaron este medio como cooperativa tras la huida de los empresarios. “La clave es la relación con el lector como socio del diario”, explica su presidente cooperativo, Javier Borelli.

En el histórico barrio porteño de San Telmo, hombres y mujeres teclean en sus computadoras. Es la redacción del diario recuperado Tiempo Argentino. Cien periodistas se cargaron sobre sus espaldas la desidia patronal para transformarla en un diario dominical en papel con una venta de unos 25.000 ejemplares y en un sitio web todos los días de la semana.

Javier Borelli es el subeditor de Información General de Tiempo Argentino pero la nueva realidad lo llevó a ocupar otro rol adicional: en asamblea fue elegido presidente de la cooperativa Por Más Tiempo, editora del diario y el sitio web (https://www.tiempoar.com.ar).

En un extenso diálogo con ABI, contó al detalle la lucha de los trabajadores por recuperar un diario abandonado a su suerte por los empresarios.

“Nos somos un medio para pocos, estamos creciendo y ampliando la comunidad de socios (casi 2.000) que pagan por mes 248 pesos (6 dólares) y tienen acceso a contenidos en el sitio web, a cambio de eso le damos todas las semanas entradas al teatro, al cine, recitales, partidos de fútbol, cursos y talleres. Se armó una gran oferta cultural en torno a Tiempo”, describe Borelli.

Además cuenta con 1.200 socios digitales que acceden a todos los contenidos web. De lunes a sábado hay noticias de acceso irrestricto y otras que son adelantos exclusivos para socios que al otro día se liberan.

“Esa es la disputa, hacer un medio distinto, si solo lo pueden  ver algunos no sirve, queremos que lo que nosotros hagamos se difunda cada vez más”, subraya.

Tiempo Argentino también hizo una apuesta por incorporar los avances multimedia a su portal y una nueva web con un desarrollo propio “para que no tengamos que pagarle a nadie para hacerlo, para que en el futuro también se lo podamos ofrecer a otros medios”.

Cada domingo salen a la calle 30.000 ejemplares. El promedio de venta rebasa el 80%.

Este diario cooperativo superó primero el obstáculo del apriete empresarial; luego, el uso discrecional de la pauta oficial del gobierno de Macri que discrimina a Tiempo Argentino; y  tercero, el abuso de Papel Prensa, empresa controlada por el oligopólico Grupo Clarín, que en lo que va de 2018 aumentó un 110% el insumo. Este representa hoy el 54 por ciento de los costos fijos de la cooperativa que reúne a 100 trabajadores aproximadamente.

“Con este accionar -apunta Borelli- el Grupo no sólo maximiza ganancias en una de las ventanillas de recaudación conseguidas con anuencia de los gobernantes de turno, sino que hiere de muerte a la competencia de su matutino que ve sus costos incrementarse hasta niveles impagables. La que sufre entonces es la pluralidad informativa y, por tanto, la democracia”.

De cada diez pesos que ingresan a la cooperativa siete los aportan los lectores, la mayoría haciéndose socia, método que se inspiró en eldiario.es de España.

Entre 2010 y 2015 Tiempo Argentino era un diario privado, editado por una empresa cuyos titulares públicos eran dos empresarios, Sergio Spolsky y Alejandro Garfunkel. Cercano al kirchnerismo, su sostén era la gran pauta publicitaria del gobierno anterior.

Nace en medio de una pulsada de titanes entre el gran multimedio del país, el Grupo Clarín, y el gobierno de Cristina Kirchner. El 10 de diciembre de 2015, el día que asume Mauricio Macri como presidente, los trabajadores de Tiempo Argentino  y el Grupo 23 dejaron de cobrar sus sueldos.

Relata Borelli: “Observamos que se venía un proceso de vaciamiento y durante 2016 hicimos festivales y acciones para sostenernos, en asamblea decidimos seguir yendo a la redacción del diario porque no queríamos ser nosotros los responsables de la desaparición del medio. Iniciamos una permanencia pacífica turnándonos para dormir en la redacción y abrimos un portal web, que llamamos Por Más Tiempo”.

El complicado panorama se potenciaba con la política de Macri de exacerbar aún más la obscena concentración mediática en la Argentina. “Nos dejaron en la calle y nadie quería hacerse cargo de una empresa de este estilo y ahí surgió la idea de autogestionarnos”.

La prueba de fuego fue el 24 de marzo de 2016, al cumplirse 40 años del último golpe militar Tiempo Argentino hizo un número especial, apoyado por Gráfica Patricios, también una fábrica vaciada y luego recuperada por sus trabajadores. En la Plaza de Mayo, en seis horas, se agotaron los 30.000 ejemplares en homenaje a los 30.000 detenidos-desparecidos víctimas del Terrorismo de Estado.

“El precio simbólico de aquel ejemplar era de 20 pesos, la gente nos dejaba billetes de cien y nos pedía: `queremos que sigan´. En asamblea decidimos que lo recaudado, descontando el pago a la imprenta, sería mitad para los trabajadores, que hacía cinco meses que no cobrábamos, y la otra mitad para empezar un proyecto autogestivo. Con más dudas que certezas emprendimos ese camino que en Argentina no existía: los lectores financiando a los medios”, rememora el periodista.

La cooperativa tiene un órgano de decisión que es el Consejo de Administración, integrado por siete personas: presidente, secretario, tesorero y cuatro vocales. Se reúne todas las semanas. Una vez por mes hay cónclaves informativos que se someten a votación. Temáticas vinculadas al manejo de los recursos de la cooperativa o de estrategia pasan siempre por la asamblea.

Pasar de ser empleados a ser trabajadores autogestivos también provocó cambios en las tareas. La tesorera era la jefa de Corrección, la administradora adjunta era diseñadora, en comerciales los dos integrantes hacían Deportes, en Organización del Trabajo, que es como llaman a Recursos Humanos, está el subeditor de Política. El organigrama se fue reconfigurando entre intereses, saberes y aprendizaje.

“Esa épica es la que sostuvo al diario”, afirma quien se convirtió en Presidente a tiempo completo.

En relación a la distribución salarial se estableció una escala por responsabilidad con seis escalones con una diferencia del 10% entre uno y otro. Es un esquema diferente al tradicional que tiene desigualdades abismales. Por ejemplo, el director de un medio llega a cobrar un 1.000 por ciento más que el redactor.

En la madrugada del 4 de julio de 2017 una patota de al menos 15 personas ingresó a la redacción de Tiempo Argentino. Golpeó a tres periodistas, los empujó por las escaleras, tapió las ventanas y comenzó a romper las instalaciones: los cables de conexión de red de todos los pisos, el disco de buteo del servidor, el archivo fotográfico, todo lo que encontraron a su paso.

“Hay que volver a entrar en la redacción”, fue la consigna. Así lo recuerda Javier Borelli: “La policía no quería que entráramos, nos reunimos los periodistas, filmamos a la patota y eso hizo que todos los medios se solidarizaran. Esta acción fue la que hoy permite que se esté juzgando algo que no tenia destino de juzgarse porque esa noche las fuerzas de seguridad y la justicia trataron por todos los medios de que no se investigue, de hecho estaban en connivencia con la patota”.

Continúa: “La única referencia de Macri al hecho fue cuatro días después cuando dijo `estoy en contra de todo tipo de usurpación´. Nosotros estábamos durmiendo en las instalaciones del medio y él pretendía analogar nuestra situación a la de los tipos que atentaron contra el diario. El Presidente y la Justicia se abrieron de piernas”.

Contextualiza: “Desde el 24 de abril el diario salía cada domingo, con informes críticos al gobierno y con un golpe muy fuerte que fue la revelación de la cuenta offshore que le había aparecido a Macri en los Panamá Papers. Descubrimos que estaba activa en Brasil con operaciones millonarias. Fue tapa en mayo y fue un empuje para el diario. Al poco tiempo apareció la patota”.

Un año después: “Hacemos el periodismo que nos gusta hacer y, a la vez, viendo como ser rentables, porque somos responsables de que los salarios estén a fin de mes y no es fácil, es un peso grande; lo increíblemente bueno es que es una experiencia de libertad poder trabajar así, con una lógica de colaboración nueva con otras colegas porque en periodismo se es muy mezquino con las fuentes, los contactos, las primicias, las firmas. Con la lógica cooperativa esto ha cambiado. Sentimos que tenemos una relación con el lector que antes no teníamos, antes no sabíamos quiénes eran, hoy los lectores vienen al diario a hacer cursos o a ver muestras artísticas. El 20 de julio, Día del Amigo, nos saludan. Muchos socios a la mañana nos traen el desayuno”.

Borelli habla de “devolución/feedback permanente” entre lectores y periodistas. “La anteúltima página del diario es de los socios: nos escriben, nos mandan fotos, es una sensación muy gratificante que solo es posible en la autogestión, te llena de orgullo, alegría, se disfrutan mucho más los goles”.

Julia Izumi, secretaria de Redacción de Tiempo Argentino, recuerda que la nueva etapa comienza con el desafío de ser un diario distinto: “Evaluamos que la autogestión iba a ser una de las claves de la supervivencia en la Argentina macrista con agendas muy movidas: ajuste, tarifazos, despidos masivos, ataque a los trabajadores, pero también con la irrupción de la agenda feminista como la campaña Ni una Menos o por el aborto legal”.

La llegada de Macri implicó una de las sangrías más atroces de voces y medios desde la recuperación de la democracia en 1983.

Cierre de radios, revistas, portales, medios alternativos, unos 3.000 periodistas despedidos. Y como complemento: la hiperconcentración del Grupo Clarín.

“Este panorama ayudó a que la gente se asociara, nos apoye y, al mismo tiempo, nos ordenó en términos periodísticos. Los sectores débiles de la sociedad debían tener una voz. Mostrar la agenda que los demás no iban a mostrar. Teníamos que visibilizarla”, sostiene Izumi.

Con más de 30 años en el periodismo, la secretaria de Redacción subraya que “es la primera vez que estoy en un medio autogestivo y es muy hermoso, se aprende a manejar todo el proceso de producción desde el minuto cero, no solo la definición de contenidos, todos empezamos a pensar este medio: los salarios, la imprenta, el marketing, cómo llegar a los lectores, nuestra asamblea es el repaso general de lo que es la integralidad de esta cooperativa, que es un medio de comunicación, que es como una pequeña empresa”.

Izumi advierte también de los desafíos: “Lo podemos potenciar y lo podemos destruir si lo hacemos mal, no es fácil porque hay que pensarse en términos cooperativos, salir de la lógica patrón-empleado. No hay patronal. Es todo un aprendizaje”.

Javier Borelli deja como cierre de esta producción la satisfacción de poder hacer periodismo en tiempos de crisis: “Somos el único diario masivo que puede decir que es libre. No tenemos línea editorial condicionada por un dueño. Las fuentes confían en eso.  Tiempo Argentino ha hecho investigaciones que han golpeado a los poderes de turno. Además, puede informar abiertamente de todos los conflictos de prensa que hay porque la regla de los dueños de medios es censuran estas noticias”.


*Por Mariano Vázquez / ABI